
Un año después, escuchando la llorona me vuelvo a emocionar.
Hace un año paseaba por las calles de Oaxaca, de noche, con sus altares y sus bares decorados de coloridas flores, repletos de cempasúchil y catrinas, y de repente de fondo oí esta canción que me erizó los bellos. Me pareció preciosa y escuchada allí, en aquel contexto, en aquellos días de celebración de la muerte, fue una experiencia única.
Me encantó vivir aquella tradición mexicana; si hay algo que descubrí y que me llevo en la memoria es la manera tan sana y bonita que tiene esta cultura de recordar a sus seres queridos.
Los altares dedicados a los muertos se decoran con velas, la flor de cempasúchil , fotos del difunto y objetos de las cosas favoritas o que representaban aquello que el difunto amaba. Además en la noche de difuntos, las familias mexicanas van al cementerio a celebrar que sus seres queridos regresan en esa noche a pasar unas horas con ellos, comiendo, compartiendo y rompiendo la barrera entre la vida y la muerte.
<<No sé que tienen las flores llorona, las flores del campo santo, que cuando las mueve el viento llorona, parece que están llorando>>.
