
Después de dos semanas en Guatemala regresamos a México, esta vez al estado de Chiapas para visitar la ciudad llamada San Cristóbal de las Casas. Para hacerlo salimos de Panahachel, en el lago de Atitlán (Guatemala) en una furgoneta junto con una pareja de israelitas, el conductor nos llevaría hasta la frontera y de ahí nos recogería otro conductor que nos llevaría hasta nuestro destino en México.
El viaje duró unas 13 horas, 2 de ellas las pasamos en la frontera debido a que para entrar a México debes llevar una serie de documentos impresos (pasaporte, cuenta bancaria, lugar donde te vas a quedar en México y billete de salida del país), a nosotros afortunadamente los de la agencia de viajes donde contratamos el viaje nos avisaron y nos los imprimieron, a otro grupo de israelíes que viajaban en otra furgoneta a la vez que nosotros, no. Al llegar a la frontera intentaron imprimir los documentos en algún local cercano pero no había electricidad (of course, teniendo en cuenta donde estábamos) así que tuvieron que coger un taxi e ir hasta otro pueblo de Guatemala donde pudieran imprimirlos para poder pasar. Los conductores de ambas furgonetas los esperaron durante casi 2 horas pero viendo que no venían nos fuimos sin ellos. Al día siguiente vi a los israelitas en San Cristóbal de las Casas, así que conseguirlo lo consiguieron, pero fácil no les fue el viajecito.

A todo esto no sé en qué se basan para pedirte tanta documentación, cuando llegamos la primera vez a México en avión no nos pidieron absolutamente nada, sin embargo por tierra, todo lo contrario.
Volviendo a San Cristóbal de las Casas, puedo decir que mi primera impresión fue muy buena, las calles estaban más cuidadas y limpias que en otros lugares, las fachadas de los edificios eran bonitas, de diversos colores, había muchos restaurantes modernos y me pareció un lugar con mucha vida.


Allí tomamos un tour en una especie de trenecito donde entre otras cosas hicimos una parada para probar un café y chocolate muy rico fabricado en la zona. También participé en un taller de fabricar mandalas con hilo, me encantó la experiencia y me dieron ganas de seguir creando muchas más cosas con diferentes materiales. La profesora me enseñó infinidad de posibilidades para hacer adornos, accesorios y decoración en general.



Por último hicimos un tour guiado que incluía la visita a dos pueblos indígenas mayas. En el primero, Zinacantán, entramos a una casa donde fabricaban ropa y telas de manera artesanal. Así mismo nos dieron a probar tortillas caseras y posh, el tequila típico de Chiapas.



En el otro pueblo, San Juan Chamula, entramos a una iglesia en la cual no pueden hacerse fotografías. El interior del templo es espectacular. En el techo tienen telas colgando, en los lados de la Iglesia hay muchos santos cada uno acompañado de pequeños altares con mucha velas. Pero eso no fue lo más curioso, lo más interesante fue ver lo rituales que practicaban allí. El guía nos explicó que en la iglesia hay médicos tradicionales o curanderos, a los que la gente acude para que les quiten todos sus males. El curandero o curandera toma el pulso del enfermo para saber qué tiene y después inicia un ritual que consiste en pasarle un gallo vivo por la cabeza y por su cuerpo mientras dice una serie de oraciones, para después sacrificar el animal y que éste se lleve todas las energías negativas de la persona enferma. Pudimos presenciar el acto en vivo, obviamente no es agradable ver como el pollo muere al ser ahorcado por las manos de la curandera, pero fue muy sorprendente ver cómo mezclan la religión cristiana con las tradiciones indígenas. También me pareció curioso ver como la curandera recibía una llamada de teléfono mientras estaba realizando el acto de cura, y sin más, paraba para responder y luego seguir. Me pareció cómico ver como las nuevas tecnologías se interponían en un acto tan arcaico.
El guía también nos explicó que este pueblo tiene sus propias leyes, por ejemplo no está permitido que una persona ajena al pueblo pase la noche allí, y para los delincuentes existe la pena de muerte. También nos contó que las mujeres no pueden elegir con quién casarse sino que los hombres van a sus casas a comprarlas por X cantidad de dinero, dependiendo de lo vírgenes que sean pagarán más o menos dinero por ellas. Esto me pareció horrible y no tenía ni idea de que México también era un país donde las mujeres tienen que sufrir este tipo de injusticias. No a ese nivel al menos, aunque se que es un país machista donde el maltrato y feminicidio están a la orden del día.
Y puestos a criticar me gustaría resaltar que en las calles de San Cristóbal vi más pobreza que en otro lugares. Había muchas mujeres y niños pidiendo y durmiendo en la calle. Además es un lugar frío donde llueve mucho, no el lugar más ideal para vivir a la interperie. Tampoco es un lugar muy seguro, la profesora que me dio el curso de mandalas, me contó que suele haber atracos y tiroteos. Aun así la ciudad tiene turismo porque según dijo ella, cuando suceden estos acontecimientos los turistas extranjeros no se enteran porque no sale en las noticias.
Y finalmente os voy a contar la peor parte de mi visita a esta región. Después de pasar 4 días en San Cristóbal, cogimos un autobús a las 9 de la noche para viajar hasta Mazunte, un pueblo cercano a Puerto Escondido, en el estado de Oaxaca.
El viaje duraría unas 12 horas pero como era de noche piensas, dormiré y descansaré bastante.
A las 11.30 de la noche, cuando íbamos viajando por una carretera a la altura de un pueblo llamado Jiquipilas, unos militares estacionados en la carretera hacen que el autobús pare y le dicen al conductor que apague las luces del autobús y que espere allí porque no podemos pasar, hay un tiroteo. Yo me enteré perfectamente de todo porque viajaba en el asiento de detrás del conductor. Habría que haber visto mi cara y sentir el latido de mi corazón cuando me vi en aquella situación. El conductor apagó las luces y tomó la decisión de dar marcha atrás con las luces apagadas. El pobre como pudo y con la ayuda de otro pasajero que le guió un poco, consiguió llegar hasta una zona más amplia para dar la vuelta y coger otro camino. Estuvo contando cómo en aquella zona solía haber problemas y que antes de empezar el viaje le preguntó a un inspector si era seguro pasar por allí, éste le respondió que podía ir, que la cosa estaba tranquila. El conductor se cagó en los muertos del inspector al que no le importaba la vida de los pasajeros haciéndonos ir por aquella ruta. También comentó que en muchas ocasiones los delincuentes asaltan los autobuses, matando a la gente o usándolos como rehenes.
Cuando yo escuché todo aquello lo primero que pensé fue: ¿Verónica qué coño haces aquí? y lo segundo fue: me compro un billete de vuelta para España ya.
Después pensé en qué afortunados habíamos sido de no pasar por allí un rato antes, cuando los militares aún no hubieran llegado, a riesgo de pasar en medio del tiroteo y salir más muertos que vivos.
Por aquí os dejo el enlace a la noticia del tiroteo o balacera como lo llaman en México.
https://www.elheraldodechiapas.com.mx/local/municipios/balacera-en-jiquipilas-presunto-cartel-de-jalisco-toma-casetas-9012034.html/amp
Después del sobresalto yo no podía dormir, claramente, solo quería estar pendiente de la carretera y pensando por favor que no nos pase nada.
Dos horas después hicimos nuestra primera parada en un bar cutre de carretera y aproveché para hablar con el conductor y con otro pasajero mexicano. Al conductor le agradecí lo bien que había actuado dando la vuelta y siempre manteniendo la calma, y al otro señor le pregunté si aquella situación que habíamos vivido era normal que pasara y me dijo que sí, que en aquella zona sí, sin embargo me dijo que Oaxaca, el estado donde estamos ahora era más seguro.
Aunque me gustó su respuesta no me quedé tranquila.
Volvemos al autobús a seguir con el viaje y al cabo de un rato, cuando ya habíamos entrado en el estado de Oaxaca, nos para un guardia, se sube al autobús y nos dice que necesita identificarnos porque suele haber asaltos en los autobuses. (Y eso que se suponía que esa zona era más segura). El guardia iba sujetando una cámara tipo GoPro, de esas pequeñas y se paseó por el autobús grabando a todos los pasajeros. Después, a lo largo de toda la noche, nos pararon en otras 2 ocasiones más otros guardias con el mismo objetivo de identificarnos. El último nos pidió el pasaporte también. Total que cuando llegamos a nuestro destino me pareció increíble. Aquel sí había ido un viaje “emocionante”, por llamarlo de alguna forma.
Después de lo oído y vivido aquí, lo único que os puedo decir es qué afortunados somos los nacidos en Europa, donde este tipo de cosas no tenemos que presenciarlas.
Entiendo que en general tendrás que tener mala suerte para que un tiroteo de estos te pille, pero creo que mejor no tentarla. Y si hay algo que he aprendido en este viaje es que la gente en general, cuando habla o escribe de sus viajes, no te cuentan nada negativo, solo las cosas bonitas y lo maravillosas que han sido sus experiencias. Y señoras y señores, la realidad no es esa. La realidad es que en todos los lugares hay cosas mejores y peores, cosas que te gustaran más y cosas que te gustarán menos, por favor, aprendan a contarlas todas, que no hay nada perfecto en esta vida.