Belize, you better Belize it

Nuestro siguiente destino después de Bacalar iba a ser Guatemala, para ello primero teníamos que pasar por Belize. La ciudad de México más cercana a la frontera con Belize es Chetumal, que se encuentra a unos 20 minutos en coche de Bacalar. La mejor forma de llegar hasta allí es en colectivo, normalmente son furgonetas como ya expliqué en otra publicación, pero en este caso se trataba de un coche. Lo compartimos con una pareja y su niña pequeña, o sea que éramos 6 en el coche. Nunca lo he mencionado pero aquí ni son obligatorios lo cinturones de seguridad ni llevar casco en la moto. Además es común ver camionetas con gente viajando en la parte de atrás, lo típico que se ve en las películas. 

En Chetumal pasamos una noche y al día siguiente nos dirigimos hacia la frontera. Para ir a Belize hay dos opciones o ir en taxi hasta el primer pueblo beliceño que hay después de la frontera o coger un ferry desde el puerto de Chetumal que te lleva a algunas de las islas de Belize. 

Nuestra idea en principio era ir a un pueblo de Belize llamado San Ignacio que estaba de camino a Guatemala, pero al final decidimos pasar unos días en una de las islas de Belize, Cayo Kaulker. Lo más lógico y rápido hubiera sido coger el ferry directo hasta allí,pero como tomamos la decisión al pasar la frontera ya no había marcha atrás. 

El taxi hasta la frontera nos costó 250 pesos, unos 12€ , lo contratamos con el hostel, de no ser así pueden cobrarte más, luego este taxista se encargó de llamar a otro que nos esperaba al otro lado de la frontera para llevarnos hasta el pueblo más cercano, Corozal. 

En la frontera descubrimos algo que no sabíamos y era que teníamos que pagar una tasa por haber visitado México. El guardia nos explicó que la tasa eran 600 y pico pesos, unos 30€ que normalmente las aerolíneas lo incluían en el precio del billete, y que debíamos tener algún documento que lo dijera. 

Revisamos el billete y había un apartado que ponÍa: Tasas:20 , se lo enseñamos al señor y dijo que eso servía. Claramente no era la cantidad de dinero que había que pagar por lo que seguro esas tasas no se referían a ese impuesto, pero nos pasó la mano. De no ser así hubiéramos tenido que ir a otra oficina de allí a hacer el pago. Se puede decir que tuvimos suerte. 

Después de que este guardia nos pusiera el sello de salida del país, nos volvimos a subir en el taxi para llegar a la oficina de inmigración de entrada a Belize. Nada más entrar me dio muy buena sensación, estaba decorada con banderitas y farolillos rojos, como los de la feria, y tenían carteles que decían: “Happy September Celebration”.  No nos preguntaron mucho en el control de pasaporte, que a donde íbamos y si llevábamos alimentos. Mentimos y dijimos que no llevábamos pero yo llevaba mi botellita de aceite, una cabeza de ajos y unos cacahuetes. También nos dijeron que al salir del país tendríamos que pagar una tasa de 20€.

Una vez pasada la frontera el taxi nos llevó hasta Corozal. Nos cobró 35€ y nos pareció muy caro porque el trayecto fue muy corto, pero bueno, al menos el taxista fue amable y nos explicó algunas cosas. Nos dijo que en Corozal podíamos tomar un ferry hasta Belize city, pero cuando llegamos al puerto nos dijeron que ya no salían más barcos así que tendríamos que ir hasta Belize city en bus. 

En Corozal dimos una vuelta y ya notamos diferencias con Mexico, las mayoría de casas están construidas con madera y pintadas con colores en tono pastel, no se oye reggaeton en los comercios o bares, sino dancehall, y los autobuses son muy viejos, lo que diríamos del año “catapún”. 

Típico autobús
Plaza central

La estación de buses también era muy “old style”, en un cartel estaban escritos los horarios y trayectos y había un pequeño quiosco dentro. Había un mostrador con 3 personas que simplemente informaban a la gente de cuando llegaban los buses, no vendían tickets ni nada, vamos un trabajo muy tranquilo.

Mientras esperábamos el bus fui a sacar dinero, el cambio está en 2 dólares beliceños= 1€ , y también me paré en un pequeño bar a comprar algo de comer. Allí me llevé una de mis mayores alegrías, tenían cosas que no eran ni tacos, ni burritos, ni quesadillas, ni nachos. Compré un pollo frito con arroz, frijoles y ensalada (la ensalada es la llamada “coleslaw”, que lleva col, zanahoria y una salsa; y el plato en sí es conocido como “jerky chicken”). Me costó 7 dólares beliceños, 3,5€ , muy barato.A mí aquella comida me supo a gloria, además el arroz lo cocinan con agua de coco y tiene un sabor buenísimo. 
Lo de las palabras en inglés es porque el idioma oficial de Belize es el inglés aunque la mitad de la población habla también español. También se hablan algunas lenguas mayas y el criole.

Belize ya me estaba gustando, y cuando nos subimos en el bus y emprendimos el viaje de unas 4 horas hacia la capital, me terminó de conquistar. 

Además de que el viaje en el bus en sí fue una experiencia única, por la música que no había escuchado prácticamente nunca y que me pareció muy animada , el conductor que era un rastafari y el bus en sí, que parecía que había viajado 50 años atrás en el tiempo.

A parte de esos detalles, el paisaje que vimos mientras viajábamos me pareció precioso, una vegetación exuberante, pueblitos con casas bonitas de colores, palmeras…en fin, lo ideal para mi ojos. 

En el trayecto hicimos muchas paradas y podíamos ir viendo cómo era la gente de allí, se subían desde niños que salían del colegio con sus uniformes, a policías , también con sus uniformes. Fue algo que me llamó la atención, en otro países nunca verás a un policía uniformado cogiendo un medio de trasporte público, sin embargo en Belize es lo más normal. 

Una vez llegamos a la estación cogimos un taxi que nos llevó hasta el puerto, donde cogeríamos el barco para ir hasta Cayo Caulker. El billete nos costó 37€ ida y vuelta, el trayecto dura unos 25 minutos. 

Puerto de Belize city

En el viaje pudimos ver varias islas pequeñas donde solo hay una o dos casas. Belize tiene un total de 450 islas. Una de ellas pertenece a Leonardo di Caprio, así, como dato curioso. 

 A Cayo Caulker se la conoce por el lema: “go slow”, y es que el ambiente de la isla es muy tranquilo, a todos los lugares se va caminado, en bici o en carrito de golf. Sus habitantes son muy amables y ves muchas señales con la frase.

Las calles de la isla no están asfaltadas, pero cuando llueve no se inundan como las de Holbox, están llenas de palmeras y de casas de colores hechas de madera. Algunas me encantaron.

Hay puestecitos donde venden collares y usan caracolas preciosas para sujetarlos. La fauna y flora del mar que rodea a la isla es muy variada, los más famosos son los tiburones, rayas y corales; la gente suele hacer tours donde se bañan con ellos y hacen snorkel. 

También es común ver por la calle a vendedores que van moviéndose con su carrito vendiendo diferentes tipos de dulces. Nosotros compramos los mejores donuts que he comido nunca, recién hechos que aùn estaban calentitos, empanadillas de coco y bizcocho de plátano. 

Allí, además, pude ir a un estudio donde hacen yoga cada mañana al aire libre, NAMASTÉ. Lo lleva a cabo una asociación que colabora con familias necesitadas de la isla, las clases eran gratuitas, solo pedían una donación voluntaria.
Me encantó mi rutina de vida allí, levantarme, desayunar, hacer una hora de yoga, tomar un smoothie, ir a la playa, almorzar, dar un paseo, merendar un rico pastel, ver el atardecer, cenar y dormir.

Pero la estadía no podía ser perfecta. La última noche que pasamos en la isla tuve un pequeño incidente. Dormíamos en una especie de cabaña dentro del recinto del hostel. Cada vez que salíamos cerrábamos la puerta de la cabaña con el candado que nos habían dado. Esa noche al regresar fui a abrir el candado pero en lugar de coger la llave correcta cogí la llave de un candado que yo tengo; la metí en la cerradura y obviamente se quedó atascada. Intentamos sacarla pero era imposible, el recepcionista del hostel no estaba por allí y el hostel no tiene número de teléfono para contactar a nadie , ( es raro, sí) …entonces salí a la calle a ver si alguna persona conocía a alguien que pudiera arreglar cerraduras y este tipo de cosas.

Nada más salir a la calle vi venir por la calle a un policía y pensé , pues qué mejor persona que está para ayudarme. He de mencionar que el policía es el típico que te puedes imaginar de las series americanas, como el policía de los Simpsons, además tenía una cara muy simpática, de buena persona.
Le expliqué lo que pasaba y le dije, por favor a ver si tú puedes intentar abrirlo que serás más fuerte. Al entrar en el hostel justo salió el dueño, al que yo no conocía, y el policía me dijo, mira este es el dueño el té ayudará. Los dos se saludaron como si se conocieran de toda la vida y el policía se marchó. El dueño del hostel tranquilamente cogió unos alicates para romper el candado, y rápidamente problema resuelto. Yo le expliqué todo muy preocupada y pensando, Dios este señor se va a enfadar y me ha hacer pagarle no sé cuánto por este incidente. Pero lejos de ser así el dueño fue súper amable, súper tranquilo y me dijo, nada,  no te preocupes es septiembre, sonriéndome. No entendí del todo a qué se refería con septiembre, pero me quedé encantada con tan buena reacción, y por supuesto no tuve que pagarle nada. Fue como un “ don’t worry , be happy”. 

La puerta del candado

A raíz de esta anécdota reflexioné sobre qué buena forma de tomarse las cosas y de reaccionar ante las adversidades. 

Y esto resume la filosofía de la isla, tómate la vida sin prisas, con tranquilidad, positividad y al final todo saldrá bien.

Y hasta aquí mis primeros días en Belize, país al que sin duda no me importaría volver. 

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