Si hay algo que aprendí con la enfermedad de mi madre es a aceptar. A aceptar que en ocasiones la vida no es justa, que todas las personas van a pasar por malos momentos, en mayor o menor medida. Todos tenemos problemas y todos nos encontramos con obstáculos que pueden tener solución o no.
Y ante esos golpes que la vida nos va dando, una de las formas para sobrellevarlos es aceptar que la vida no es perfecta. Que lo normal no es sentirse siempre feliz; y aunque a veces parezca imposible, debemos intentar sacar algo positivo de cada experiencia. Aunque admito que hay experiencias de las que muy difícilmente se puede sacar algo.
Otra de las cosas que aprendí gracias a mi madre, es que la salud mental es una de las cosas más importantes que podemos tener. Sin ella, no sólo tendremos más problemas de salud físicos, sino que nuestra vida simplemente será peor. Muchos de los problemas físicos que nuestro cuerpo refleja son fruto de problemas psicológicos, y si además no estamos preparados para afrontarlos, la bola se hará aún más grande. La sociedad no nos educa en ese bienestar psicológico y no se da cuenta de que con una mejor educación y cuidado de ese ámbito de nuestro ser, nos ahorraríamos muchos problemas del ahora y del futuro.
Por eso, cuidémonos y cuiden a sus seres queridos. A veces la solución no está en tomar una pastilla, sino en acudir a un profesional que pueda escucharnos, entendernos y ayudarnos a sentirnos mejor, porque en muchas ocasiones no somos capaces de encontrar la solución a aquello que nos pasa por nosotros mismos.
Y por último, otra lección que aprendí es que es importante quererse y luchar por lo que se quiere. Solo hay una vida y a veces es muy corta, hagamos lo posible por cumplir sueños, por progresar pese a que tu alrededor no sea el más favorecedor. No debemos doblegarnos ni intentar complacer siempre a otras personas, si hay alguien importante al que tenemos que complacer es a nosotros mismos, sino lo haces tú, ¿quién?
Gracias por todo lo que me has enseñado mamá.
