Hace 8 años que pisé por última vez este país. Después de vivir aquí experiencias que cambiarían mi vida por completo y que contribuyeron a ser como soy ahora y estar donde estoy.

El 4 de julio aterricé en el aeropuerto de Roma Fumicino. La experiencia en el avión fue agridulce, ya que varios chicos italianos fueron constantemente sin mascarilla, además de levantarse y ponerse en el pasillo para salir del avión cuando no les tocaba. Para mí es muy difícil perder la paciencia y me da pavor meterme en problemas con la gente, pero lo de estos personajes era ya demasiado. Como en italiano no me salía les dije educadamente en inglés que tenían que esperar su turno para ponerse de pie. Me hicieron caso omiso obviamente, (¿quién va asustarse de una dulce voz como la mía?), pero al instante les repitieron por megafonía que tenían que sentarse y esperar. ( Toma ahí, queridos maleducados)
Después de bajar del avión, la espera de las maletas, donde también los chicos seguían sin mascarilla, fue bastante larga. Intenté ver si encontraba a algún guardia de seguridad para decirle que por favor les dijera algo, pero no vi ninguno…e igualmente tal vez no hubiera tenido el valor.
Tras la larga espera, al menos nuestras maletas fueron de las primeras en salir, esta vez el karma fue bueno.
Cogimos el tren que nos llevaría hacia la estación de Trastevere, nuestro nuevo «hogar» se encontraba a unos 5 minutos de allí. Yo no conocía ese barrio, ni sabía que existía, me sonaba a nombre de restaurante italiano, pero sí, por lo visto es uno de los barrios más populares y se llama así porque está junto al río Tevere que atraviesa Roma.
Cuando llegamos al apartamento, nada más entrar al edificio, el olor ya me recordaba a Italia, olía como a mi edificio de Bologna. No sé si es la humedad de aquí o qué, pero para mi es el mismo olor. El estudio en sí, no está mal, es pequeño pero suficiente para sobrevivir un mes; el único inconveniente es la poca luminosidad que tiene. Es un piso bajo no, bajísimo, y por la ventana solo se ve otra pared y algunas hojas de un árbol, lo que hace que haya que tener la luz encendida todo el día, da igual la hora, siempre se ve muy poco.
El barrio está bien, hay bares, tiendecitas, el típico puesto de mercadillo en una esquina que va cambiando cada día, y un edificio con un anuncio enorme de la serie Walking dead, que dice: «chi non muore si rivede»; el cartel es bastante curioso, ha ido cambiando a lo largo de los días, de manera que cada vez se ve con más claridad el zombie, sin embargo la noche en la que llegamos apenas se le notaba un ojo.

Tras la primera noche en Roma, al día siguiente era mi primer día de clase. Estaba ilusionada como cuando llegaba septiembre y tenía que volver al colegio o a la universidad, porque a mí siempre me hacía ilusión volver a clase. Desayunamos el típico desayuno italiano, corneto con café, el mío relleno de chocolate; y estaba bueno pero yo no podría desayunar eso cada día, mis tostadas de pan con aceite y tomate son insustituibles.
Después entré a la academia y llegué a la clase. Había otra chica, la única otra estudiante a parte de mi. No era la idea que tenía en mente pero bueno, al final a menos estudiantes más atención te da el profesor.


Después me enteré de que esta chica solo iba a clase dos días en semana, mientras yo voy 4, por lo que la mitad de la semana estoy sola, yo y el profesor. He de admitir que me gusta más cuando somos dos, vale que estaba cansada de socializar tanto y necesitaba algo de paz, pero pasar 5 horas al día solos el profesor y yo, se hace un tanto silencioso y monótono. Intento relajarme escuchando la música clásica que pone, aunque a veces torne en un en ritmo tan «allegro» que llegue a ser un tanto agobiante. Una cancioncita normal de vez en cuando tampoco estaría mal.
Mi primera semana de curso y vida italiana fue algo frustrante, porque aunque entiendo el 95% de todo, no tengo la fluidez hablando que desearía, a eso añadimos que el volver a ser alumna me hace como volver al pasado y sentirme estudiante tímida e insegura. Además de que las cosas como son, no me gusta equivocarme y hacer las cosas mal e inevitablemente el profesor tiene que corregirme mucho. Soy muy perfeccionista y me cuesta aceptar que no pasa nada, que estoy aprendiendo.
Después de dos semanas aquí, me siento mucho mejor. Creo que he mejorado bastante a nivel de dibujo, y me siento un poco más segura. También voy hablando algo más. He conocido a más estudiantes de otro curso y aunque me sentí un poco rara a veces , me gustó mucho la experiencia de dibujar en la calle. Me sentí más artista. Y he conocido a gente diferente y especial.


