«Prefiero sufrir el ser la rara y no ir, que ir y ser la rara que encima lo pasa mal».
Sensata frase que no es mía, pero que quiero grabarme para no sentirme mal cuando no quiera hacer algo con gente que no me apetece. A veces me he visto envuelta en situaciones en las que he dicho, madre mía Vero, pero que haces aquí con esta gente, no pintas nada, no aportas nada ni quieres hacerlo. Y lo he hecho solo por cobarde, por presión social y no ser capaz de decir: no.
Tan simple como eso.
Habrá gente que no lo entienda, habrá gente que sí, pero cuando estás en una situación rodeada de gente que apenas conoces, o no conoces de nada, que no te interesan lo más mínimo y probablemente tú a ellos tampoco, o eso es lo que yo pienso; sientes : «Tierra trágame».
Entonces empiezas a escuchar sus conversaciones, porque tampoco puedes hacer mucho más. Algunas te parecerán menos aburridas que otras. Y piensas, ok, y yo, ¿qué puedo decir? y no encuentras nada que decir. Sientes que para qué. Y analizando esas conversaciones encuentras comentarios que tú dices: «yo para decir eso no hablo». O anécdotas que cuentan con las que todo el mundo se ríe, no sé si de corazón porque de verdad les haga gracia o por «cumplir». Historias que piensas: «bueno, lo dice por contar algo».
Mientras tú solo esperas a que alguien te pregunte algo y entonces respondas brevemente, porque tú no te enrollas, ¿extenderse para qué? con pocas palabras se puede decir mucho. No hacen falta tantas explicaciones, tantos detalles, que sí, que embellecen el discurso pero al final estás diciendo lo mismo.
Y al final, sientes que eres la rara. Porque ves que todos se comportan igual, menos tú. La situación solo mejora cuando encuentras a otros raros como tú, entonces es a ellos a los que sí te apetece acercarte, porque compartís sentimientos. Eso se nota y creo que los raros lo notamos. No me importa ir a hablarle a un raro, porque probablemente nos será más fácil mantener una conversación a ambos que con los «normales» que se entretienen con largas intervenciones.
No está mal ser raro, y no está mal ser normal. Al final se supone que todos somos diferentes, pero yo diferencio claramente 2 grupos, esos que pueden hablar con cualquiera de cualquier cosa, y los que necesitamos algo más para poder abrirnos. Yo lo llamo conexión, si no me siento conectada con otros, no puedo producir nada hacia a ellos, solo soy una expectadora de la «obra» que representan.
Necesito de esas conexiones que solo se producen con algunos privilegiados.