«Los tiempos han cambiado», típica frase que todos hoy en día hemos escuchado o dicho alguna vez.
Y cuando hablamos de intentar establecer «conexiones» con personas esos cambios también se notan.
En la era de «instagram y whatsapp», si alguien te interesa, ves sus stories, reaccionas a ellas de vez en cuando, pero no demasiadas veces, no vaya a ser que piense que eres un pesad@ y demuestres que tienes demasiado interés. A lo mejor le ves por la calle, y no le dices: ey, ¿tomamos algo, me das tu número?; sino que lo intentas encontrar en instagram, porque tal vez es amigo/o seguidor de…»…», y porque: qué pereza hablarle a alguien así a la cara, sin más.
Si publica algo le das like, y si le pones un fueguito te estás declarando abiertamente.
Te molestas en mirar si está en línea o cuál ha sido su última hora de conexión, para ver si le escribes, y si es él o ella quien no te responde, entonces es que pasa de ti, y no le interesas.
Así es, el lenguaje de las suposiciones, del aparentar, del darse por aludido cuando alguien publica alguna frasecita inspiradora sacada de esas cuentas que a veces nos hacen pensar o simplemente leer algo más reflexivo de lo «normal». Y si eres tú el que pone la frase pensando en ese alguien, lo haces pensando en que ojalá lo lea y ojalá piense en ti; en lugar de decirle claramente lo que piensas o sientes.
Y así nos va…la transparencia brilla por su ausencia, y cada cual se crea su película en su cabeza, dando respuestas a todas esas preguntas que nos avasallan día a día, pero sin de verdad tener la respuesta correcta.
Somos la sociedad de la cobardía, del no hablar a la cara, de ocultar, de fingir, de pretender mostrar solo la cara amable y bonita, ocultando todo aquello que pueda ser menos agradable a los ojos de los demás.
Vamos dando tumbos, rigiéndonos por reacciones que tenemos ante aparatos tecnológicos que en muchas ocasiones dominan nuestras vidas y nuestra mente.
¿Somos libres? deberíamos de preguntarnos, en esta sociedad que supuestamente nos permite estar más «conectados».