Hace 4 meses se empezó a oír ese nuevo nombre que nos iba a acompañar por mucho tiempo; no sabemos cuánto aún, pero desde luego, ya, ha marcado historia.
El Covid-19 comenzó en China, en una ciudad desconocida para todos hasta ese momento. El número de casos aumentaba día tras día y el país tomó medidas drásticas, cuarentenas, cierre de colegios y empresas, construcción de hospitales… Las imágenes de las calles desoladas y desérticas de ciudades multitudinarias como Hong Kong eran lo nunca visto.
En aquel momento, a mucha gente probablemente no se le pasaba por la cabeza que en unos meses nosotros y otros países estaríamos igual.
Después de tener los primeros casos de infectados en la isla de Tenerife, con la celebración de los carnavales ya estaba, en la mente de algunos, presente la idea de que la congregación de tanta multitud iba a ser un hervidero, un excelente momento para la propagación del virus.
Dos semanas después la crisis ha estallado. El gobierno ha declarado el estado de alarma. Los colegios se han cerrado y el mensaje de: «yo me quedo en casa» es trending en las redes sociales (también la variedad variopinta de memes respecto al tema).
La imagen de hoy, día 13 de marzo de 2020 es de calles bastante vacías, supermercados abarrotados de gente, estantes vacíos o con escasos productos, gente con mascarillas…Cuando te cruzas con la mirada de la gente parece percibirse la inseguridad, la desazón, el malestar; pareciera que todo el mundo llevara grabada la idea de que tú puedes estar infectado.
Yo hasta hace unos días me reía mucho con los memes (aún me siguen haciendo gracia) y no pensaba que esto iba a llegar a estos extremos. Te das cuenta de que nada es imposible, y de que de un día para otro tu rutina cambia de la noche a la mañana. Y es inevitable que todo el día estés bombardeado por noticias referente al virus, a cómo se contagia, a los síntomas, al aumento de víctimas afectadas. Por más cosas que tengas en las que pensar, eso se ha incrustado en tu subconsciente y cuando te subes en el transporte público, cuando te cruzas con cualquier persona, incluso hace un par de días en la clase de bachata, no podía evitar pensar en que estaba tocando a otras personas y en el posible riesgo que estaba corriendo.
Nunca he sido una persona escrupulosa, y de repente te das cuenta de que te lavas las manos tropecientas veces al día; de que te fijas en cada cosa que tocas en la calle, de que estornudas y ya piensas en que puedas tenerlo y te tocas la frente para ver si quemas más de lo normal.
Como cualquier película apocalíptica hecha realidad. Situaciones en las que te das cuenta de la relatividad de las cosas y de que «you never know…what is going to happen».
