
Son las 3 de la tarde, el avión acaba de aterrizar, gotitas de agua empiezan a deslizarse por la ventanilla del avión, de fondo, verdes campos envueltos en gris, «welcome to Ireland!»

Y el primer pensamiento que se me viene a la mente es: «thanks god I left this land! «
Hace 4 años me marché de la llamada isla de la esmeralda, bella por sus paisajes verdes, pero fría como ella sola. Hay muchas cosas que me gustan de ella y que me ha encantado recordar y revivir, pero no puedo evitar sentir ese «rechazo» a su climatología.
Pasear por las calles de Cork ha sido como viajar en el tiempo, ver los mismos comercios, sentir los mismos olores, escuchar a la gente, ver que te piden disculpas cuando no tendrían ni porqué hacerlo, esa parte «nice» de los irlandeses. Sentirte «guiri» por unos días, cosa que me encanta. Soy adicta a ese sentimiento de exploradora, de sentirme en un lugar diferente al mío habitual, rodeada por personas y circunstancias diferentes.
Caminar por la calle y encontrarte con personas que solías encontrarte, así como si el tiempo no hubiera pasado. Tomar las cosas típicas que me gustaban: un hot chocolate en un pub donde sientes ese calorcito al entrar; una pinta de guiness, o lo mejor de todo, leche fresca para desayunar. Y seguir queriendo fotografiar las casitas de colores que solía ver cada día o lugares de postal como los alrededores de la universidad.
Lo mejor es que siempre quedan nuevos rincones por descubrir, como ese rico Ramen donde te sirves un helado tú mismo y además es «gratis», almorzar-cenar una pizza y que te regalen una piruleta con la cuenta; probar un falafel, un pub lleno de videojuegos y boardgames, diferente o una discoteca con una decoración de Halloween muy a la mexicana.
Mi viaje en el tiempo no solo incluyó Cork, la ciudad donde viví durante casi un año, sino que también hice una parada en Dublin. El principal y único objetivo era ver los famosos renos del Phoenix Park. Renos, que un día después descubrimos que no eran renos sino ciervos.

La aventura de la búsqueda de «renos» comenzó a las 8:30 de la mañana, crika mediana y yo, madrugadoras como siempre nos adentramos en el Phoenix Park. Es el parque urbano más grande de Europa, con más de 700 hectáreas de extensión, y nosotras ilusas, pensábamos que visualizaríamos a los renos así, nada más llegar.
Comenzamos a caminar y a caminar, y viendo que no veíamos rastro de ningún animal a excepción de alguna ardilla, y teniendo en cuenta que en el parque aparecían varios senderos y ninguna señal que indicara: «Renos en esta dirección», nuestras esperanzas de encontrar a los susodichos animales se fueron disipando. A falta de señales empecé a preguntar a la gente, » Do you know where can we find the reindeers?» El primer señor me respondió algo como: «I don’t know, it is not possible to tell exactly where they are going to be, they can be 7 kilometres far away…»

Nuestra cara fue de: «Fuck!» no vamos a ver a los f. renos, con la suerte que tenemos estarán a tomar por c. Mi amiga cayó en la cuenta de que era época de procrear y estarían por ahí escondidos, no a la vista de turistas como nosotras.
Seguimos caminando cada vez con menos esperanzas y pensando en abordar la misión, cuando nuevamente pregunté a un señor, donde están los renos. Éste finalmente nos iluminó el camino, nos indicó que había que coger un sendero a la izquierda, dirigiéndonos hacia un rancho que se veía, luego descubrí que era un campo de criquet, y siguiendo el caminito mi amiga con su cámara empezó a visualizar cuernos.
Gozábamos de la ilusión, ¡objetivo conseguido!

Para llegar a acercarnos lo máximo posible a los «supuestos renos» debíamos ir por un caminito que no estaba asfaltado y meternos en la hierva; yo que iba con mi maleta de mano la dejé aparcada en el caminito, que después, un perro la confundió con un árbol o una farola, alzando su patita sobre mi penca maleta.

Anécdotas aparte, la sesión de fotos con los renos estuvo bien, parece que están acostumbrados a los turistas porque no hacían mucho amago de moverse.
Después de la «reno aventura» paseamos por el centro de Dublín, y encontré una papelería con precios más baratos que los de los chinos. Un lugar ideal para cualquier maestro. ¿Llevarse de Irlanda souvenirs? ¡no! libros y material escolar.
Good bye Ireland, I will see you soon!!! 💚












